La falsificación de la historia es una política de la historia, como lo sostuvo con agudeza, hace muchos años, ese gran patriota que fue Don Arturo Jauretche. La historia no es más que la política del pasado como la política es la historia del presente. Juan Bautista Alberdi, el más notable analista de la segunda mitad del siglo XIX, lo sintetizaba así: “Entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha, que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente. Si así no fuere, la historia no tendría interés ni objeto. Falsificad el sentido de la historia y pervertís por el hecho toda la política. La falsa historia es origen de la falsa política…”
La historia oficial fue escrita y falsificada por Bartolomé Mitre y difundida hasta la actualidad por seguidores y academias. En ella se ubican en la misma trinchera dos enemigos irreconciliables como Rivadavia y San Martín. Para maquillar la impostura, Mitre calificó al que da su nombre a la calle más larga como “el más grande hombre civil en la tierra de los argentinos.” Fue el que saboteó sistemáticamente las campañas libertadoras, contempló impávido las amputaciones territoriales, perdió ignominiosamente la paz de una guerra ganada con el Brasil, y su gente instigó el asesinato de Dorrego, entre algunas de sus variadas fechorías. Tanto Rivadavia como Mitre representaban los intereses de los comerciantes del Puerto de Buenos Aires. En cambio Rosas expresaba la de los hacendados bonaerenses con el apoyo de los sectores populares. Tenían políticas diferentes hacia las provincias del norte que habían desarrollado precarias industrias: Rosas las protegía como cuando dictó la ley de aduanas de diciembre de 1835. Mitre y sus vesánicos coroneles como Sandes, Irrazábal y Paunero, que fueron verdaderos adelantados a los que en el siglo XX practicaron el terrorismo de estado, arrasaron con esos emprendimientos económicos y asesinaron o exiliaron a los caudillos que lo representaban como el Chacho Peñaloza o Felipe Varela.
Rosas y Mitre, es decir los hacendados y los comerciantes portuarios, coincidían en no nacionalizar la renta de la aduana de Buenos Aires. Esa fue la causa principal de los sesenta años de las guerras civiles en esta tierra ensangrentada. Estaban en discusión dos modelos. En el mismo año 1861, comenzaba la guerra de secesión en EE.UU, que concluiría cuatro años más tarde con el triunfo del norte industrialista, Mitre derrotaba a Urquiza en Pavón ya que el entrerriano se retiró sin presentar combate, iniciando en estas tierras el triunfo del sur agropecuario y mercantil.
La historia oficial caracterizó a Rosas como la primera tiranía, como luego del 16 de septiembre de 1955 estigmatizaría a la década peronista como la segunda tiranía.
Entonces ¿cómo un individuo tan abyecto podría ser el protagonista de una gesta histórica como la batalla de la Vuelta de Obligado? La epopeya quedó minimizada y los elogios de San Martín y la donación de su sable al “tirano” reducidos a una anécdota menor, una confusión abonada por el desconocimiento que produce la distancia.
EL DEBATE HISTÓRICO
Es raro que las páginas del diario La Nación, fundado por Bartolomé Mitre a la finalización de la infame guerra contra el Paraguay, se abran al debate histórico. Ya veremos cuál es el motivo.
Luís Alberto Romero escribe como cruzado mitrista, hijo de otro historiador oficialista José Luis Romero quien desalentó con sus textos del secundario la posibilidad de que los jóvenes sintieran el gusto y el cariño por la historia. Fue el rector de la Universidad de Buenos Aires designado por la Revolución Fusiladora en 1955.
Sostiene Romero: “El Gobierno anuncia la gran celebración de un aniversario de la Vuelta de Obligado, la batalla en la que, el 20 de noviembre de 1845, las tropas de Rosas intentaron inútilmente bloquear el acceso de la flota británica por el río Paraná. Paralelamente, los escritores neorevisionistas baten el parche y despiertan sentimientos e imaginarios de un nacionalismo hondamente arraigado en nuestra sociedad. A la vez, por qué no, realizan un buen negocio editorial…. En primer lugar, fue una derrota. Honrosa y heroica, sin duda; victoria moral, como nos gusta a los argentinos; pero derrota al fin. La de los ingleses fue quizás una victoria a lo Pirro. Pero vencieron. Cortaron las cadenas, rompieron el bloqueo y llegaron con sus barcos a Corrientes, donde la sociedad local admiró los nuevos barcos de vapor y las damas alternaron y coquetearon con los oficiales británicos.”
“Romero es en términos históricos lo que en fútbol es el bilardismo: sólo importa ganar. La mentalidad colonizada de la prédica mitrista ningunea al acontecimiento como lo hiciera su numen. Sin embargo tendrían orgasmos de admiración por la batalla de las Termópilas donde Leónidas y sus 2000 griegos se enfrentaron contra 300.000 persas y fueron derrotados.
En esa versión donde se pueden exaltar con justicia, derrotas ajenas como la de Espartaco o los luchadores del Gueto de Varsovia, se debe minimizar el enfrentamiento de tropas mal entrenadas y con armamento insignificante contra las dos flotas más poderosas del planeta conformado por 22 buques de guerra y 92 buques mercantes. Las armas escoltando al comercio. La exigencia de la libre navegación de los ríos de los países a colonizar bajo la bandera “civilizadora” del libre comercio. Y subida a las naves del invasor los unitarios que se unían al colonizador para derrocar a Rosas. Una versión del malinchismo en el Río de la Plata, una exhibición obscena de cipayismo. En el desgraciado axioma de civilización y barbarie, los cipayos estaban con los “civilizadores”
El objetivo de los colonizadores era convertir al Paraná en un río internacional para lo cual era necesario balcanizar el territorio creando el Estado de la Mesopotamia.
Nada de esto dice Romero quién luego escribe: “… las fuerzas militares de Rosas, luego de la derrota del 20 de noviembre, practicaron una tenaz y meritoria guerrilla de retaguardia, que ocasionó pérdidas a la flota y a los buques mercantes ingleses. Un problema más. Por entonces, otros problemas en su vasto imperio informal reclamaron la atención del gobierno británico. En 1846 Aberdeen, cultor de la “política de las cañoneras”, fue reemplazado en el Foreign Office por Palmerston, partidario del camino negociado. Hubo una nueva evaluación de la situación del Plata, y aunque el bloqueo se mantuvo hasta 1849, finalmente se llegó a un acuerdo muy honroso para el gobierno de la Confederación, en el que Rosas obtuvo lo que no pudo lograr en el campo de batalla. Celebremos pues el éxito pacífico de la diplomacia y no el fracaso de la guerra. La negociación y no la epopeya.”
Romero omite la derrota de la flota invasora en Punta Quebracho que llevó a que se precipitara la alternativa diplomática. Convertido en un Hamlet histórico se pregunta: ¿Fue “nacional” esta acción? También me parece dudoso.” Si lo hubiera protagonizado Mitre no tendría duda que era una gigantesca epopeya nacional.
“Mientras Rosas elegía exiliarse en Inglaterra -quizá para estudiar más de cerca a la “pérfida Albión”-, el Pacto de San Nicolás en 1852, y la Constitución Nacional en 1853, abrieron el camino a la libre navegación.” No sólo eso. Se destruiría el Paraguay que con su proteccionismo y el papel fundamental del Estado (ejemplo de la aplicación práctica parcial del Plan Secreto de Operaciones de Moreno”), fue la contracara del librecambio.
“En 1983, muchos creímos que habíamos logrado desterrar al “enano nacionalista”. Hoy, yo al menos lo dudo.” Romero sólo admira el nacionalismo de los opresores y desprecia el de los oprimidos. Es un excelente alumno de Rivadavia y Mitre. Además bajo el calificativo de nacionalismo engloba arbitrariamente el clerical, el democrático, el de la izquierda nacional.
Mario “Pacho” O`Donnell polemiza con Romero en La Nación y su argumentación es precisa.
Comienza con un golpe al hígado de su contrincante: “Obligado es, junto con el Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas militares de nuestra patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía política, económica y territorial que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos, lamentablemente silenciada por la historiografía liberal escrita por la oligarquía porteñista, antipopular y europeizante, vencedora de nuestras guerras civiles del siglo XIX.” Y a la acusación de Romero a O`Donnell de que éste trata de ordeñar un hecho histórico para convertirlo en personalmente redituable ( se refiere al muy buen libro “La Gran Epopeya. El combate de la Vuelta de Obligado”) el escritor le responde contundente: “Corriente (la que representa Romero) que, aprovechando los golpes militares y ante la expulsión de la historiografía peronista y marxista de nuestras universidades, se adueñó del poder que administra cátedras, subsidios, becas, empleos.” Explica luego la invasión: “Los motivos reales de la “intervención en el Río de la Plata” fueron de índole económica. Se imponía el castigo a ese gaucho insolente que desafiaba a las potencias europeas con trabas al libre comercio, y medidas aduaneras que protegían los productos nacionales, y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.” Y acentúa correctamente el carácter económico: “Gran Bretaña y Francia se habían unido para expandir sus mercados aprovechando el invento de los barcos de guerra a vapor, que les permitían internarse en los ríos sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Esas intenciones eran confirmadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.” Luego detalla cómo se planteó la defensa: “ Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente. Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa. Su estrategia fue la siguiente:
1) Era imposible vencer militarmente a los invasores por la diferencia de poderío y experiencia, lo que hacía inevitable que tuvieran éxito en su propósito de remontar el río Paraná.
2) Dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo era provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente.
3) Era necesario buscar un lugar del Paraná donde fuera posible alcanzar los barcos enemigos con los escasos, anticuados y poco potentes cañones con que se contaba.
Mansilla emplazó cuatro baterías en el lugar conocido como Vuelta de Obligado, donde el río se angosta y describe una curva que dificultaba la navegación. Allí nuestros heroicos antepasados tendieron tres gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas y así lograron que durante el tiempo que tardaron en cortarlas los enemigos sufrieran numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. El calvario de las armadas europeas y los convoyes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de “Quebracho”, del “Tonelero”, de “San Lorenzo” y, otra vez, desde “Obligado”. La estrategia de Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar 21 cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.” Y concluye: “Pero lo que demuestra su derrota es que no se cumplieron ninguno de los objetivos de la invasión de las potencias: las provincias litorales siguen siendo argentinas, el Paraná es un río interior de nuestro territorio y la Argentina no es un protectorado británico, como habían acordado los unitarios con las potencias “interventoras”.
Serían otras las formas, más sutiles y eficaces, que las potencias invasoras, sobre todo Inglaterra, pondrían en juego en el futuro para restañar las heridas y para dominar hasta 1945 nuestra economía, nuestra política y nuestra cultura con la complicidad de sus “socios interiores”.
LAS CONTRADICCIONES DE MARIO “PACHO” O`DONNELL
Es un autor que ha aportado libros de divulgación importantes desde el revisionismo histórico y transitando el campo nacional y popular. El problema es que Pacho no está dispuesto a enemistarse con esa máquina de prestigio que es el mitrismo a través del diario La Nación. Por eso, más allá de sus méritos, es que el diario lo pone como contrincante del propagandista mitrista Luis Alberto Romero. Así como Mitre introduce con fórceps a Rivadavia junto a San Martín, el psicoanalista O`Donnell que ha dedicado muchos años al conocimiento histórico y por lo tanto no puede alegar ignorancia, ubica en el mismo campo a los caudillos federales norteños y quién los arrasa. Para ello debe hacer un pase de prestidigitación y afirmar que Mitre no es el que escribió la historia oficial y que en realidad lo hizo Ricardo Levene, un simple propagandista del triunfador de Pavón.
Introduce un oxímoron, como ser el padre de un presunto revisionismo mitrista. Escribe O`Donnell: “Ser revisionista no supone ser “antimitrista”. Bartolomé Mitre fue un argentino excepcional que dirigió inmensos ejércitos, tradujo La Divina Comedia , llegó a presidente de la república. Y también escribió los fundamentos de nuestra historia al mismo tiempo que la protagonizaba. Tuvo la sensibilidad social de poner en superficie el heroísmo inconcebible de los caudillos altoperuanos, pero no pudo mantener esa objetividad al ocuparse de los caudillos federales tardíos, a quienes perseguía porque se habían constituido en un serio obstáculo para su proyecto de Organización Nacional. La historiografía que el revisionismo cuestiona se plasmó años después, en parte basada sobre sus escritos, pero sobre todo al calor de una “educación patriótica”, cuyo objetivo fue hacer que las masas inmigrantes incorporasen “lo nacional” alimentadas por una versión rígida, simplificada y conservadora de nuestra historia. Cuando se habla de “historia oficial” se debe hablar más de Ricardo Levene que de Mitre.”
De pronto, para mantener los laureles en La Nación habla que la persecución y asesinato del Chacho es porque Mitre no pudo mantener la objetividad al ocuparse de los caudillos federales tardíos. Faltaría que diga que la derrota y el exilio de Felipe Varela fue un gesto de Mitre para que conociera Chile. Todas las causas económicas que con precisión detalla sobre la invasión anglo francesa, las olvida cuando se refiere a los intereses que representa el traductor de la Divina Comedia. Y además con desparpajo habla de objetividad.
O`Donnell sabe que la historia mitrista es falsa y adecuada a los intereses portuarios como muy bien le increpa a Romero: “historiografía liberal escrita por la oligarquía porteñista, antipopular y europeizante, vencedora de nuestras guerras civiles del siglo XIX.” Pero en un pase de magia lo libera a Mitre. Si para Enrique IV, París bien valía una misa, para Pacho salvar a Mitre y reivindicar a los caudillos federales y a la Vuelta de Obligado le permite tener un pie en el revisionismo y otro en la historiografía oficial. Con la misma heterodoxia en 1998 fue capaz de escribir un prólogo a las presuntas memorias de Carlos Menem llamadas “Universos de mi tiempo”. Un testimonio en donde llegó a dedicar frases como estas: “Desde el primer momento en que lo conocí quedé impresionado por su inteligencia….Menem ha sido, en muchos sentidos un visionario….Nunca hizo alarde de su elevada cultura que fue forjando en la lectura de libros y en la frecuentación de maestros… Fue El Gran Transformador….La vida y la obra de Menem son justicialistas por espíritu y metodología”. El autor de “La Gran Epopeya” ha cumplido una tarea importante reivindicando a los caudillos, a una heroína notable como Juana Azurduy o con la biografía del Che Guevara. Si tomara un poquito de la valentía de aquellos personajes notables, podría romper las cadenas de conveniencia que lo atan al mitrismo.
LA VUELTA DE OBLIGADO Y EL DEBATE HISTÓRICO
El diario La Nación no se ocupó en tapa del vibrante acto realizado en conmemoración de los 165 años de la Vuelta de Obligado y el preciso discurso presidencial. Creyó más importante colocar una foto sobre la concurrencia de gente a las playas aprovechando el fin de semana largo. La frase presidencial de “Las cadenas culturales son más fuertes que los cañonazos”, tiene una vigencia que abarca a franjas muy importantes de la sociedad y a los medios hegemónicos.
El debate histórico siempre alude al pasado, pero en realidad se está discutiendo sobre el presente. La repatriación de los restos de Rosas durante el gobierno de Carlos Menem tenía por objeto simbolizar una presunta unión nacional y abonaba el camino a los indultos y el abrazo del riojano con el emblema viviente del antiperonismo, la momia habitada entonces por el ex vicepresidente Isaac Francisco Rojas.
La reivindicación de la Vuelta de Obligado y el establecimiento de la fecha como feriado nacional, está relacionado con la exaltación actual de la defensa de la soberanía cuyos hitos más significativos fueron el no al ALCA y la finalización de las supervisiones periódicas del Fondo Monetario Internacional.
Hoy el peligro de ser invadido por flotas enemigas es improbable. Los métodos se han sofisticado. Desde las políticas que imponen los organismos internacionales a los capitales golondrinas. Desde el real y el falso endeudamiento a la fuga de capitales. Desde la minimización del estado y su contrapartida el crecimiento descontrolado del mercado. Desde los bancos centrales convertidos en su presunta autonomía en instrumento de colonización a las leyes de flexibilización laboral y precarización del trabajo. Los Mansillas contemporáneos deben librar su Vuelta de Obligado contra estas cadenas de la dependencia. Remitiéndose a una historia fidedigna. Recordando aquella frase de George Orwell en 1984: “Quien controla el pasado controla el futuro: quien controla el presente controla el pasado”.
25-11-2010
*Programa radial EL TREN, conducido por Gerardo Yomal y Hugo Presman que desde hace 7 años se transmite de lunes a jueves por AM 770 Radio Cooperativa.
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