MALAQUIAS II (La Iglesia y los populismos latinoamericanos)
MALAQUIAS II
(La Iglesia y los populismos
latinoamericanos)
Por Jorge Torres Roggero
El día 4 de julio de 2009 me llegó un mail extraño.
Reproducía un correo del cardenal hondureño Oscar Andrés Rodríguez
Madariaga. Dos cosas me llamaron la atención. Por un lado, la copia
adjunta del “Comunicado de la Conferencia Episcopal de Honduras” en
apoyo del golpe de estado; por otro, una lacrimosa victimización. En
efecto, en pocas líneas, el cardenal se justifica por no haber dado
antes ningún pronunciamiento sobre el golpe de estado porque los
prelados nececitaban “tener documentos y fue difícil obtenerlos”: “Pero
hoy lo hemos hecho. Lo lancé por radio y televisión y a los 5 minutos me
amenazaron de muerte. Hay venezolanos violentos y mucha milicia popular
armada.[…] Pero no tengo miedo.En caso me toque el viaje al cielo allá
estaré mejor”. Es el viejo simulacro de la “persecusión” religiosa
lanzado desde cómodas poltronas y con guardia armada ofrecida por los
golpistas.
Mientras el dignatario usaba los medios de comunicación
para avalar la legalidad del golpe y darle el apoyo oficial de la
Iglesia, los movimientos sociales, sindicales y la sociedad civil
sufrían una salvaje represión militar. Los miles de manifestantes que
esperaban a Zelaya en protesta pacífica fueron
víctimas de francotiradores apostados en el aeropuerto. Allí, entre el
pueblo humilde, estaba el primer “martir”. El
Cardenal, que había enseñado a su discípulo Mel Zelaya “la opción por
los pobres” en el Colegio San Miguel, atrincherado con los golpistas, no
se pronunció sobre lo que le hicieron a su alumno ni a su desprotegida
familia.
Debo confesar que no soy dado a las reminiscencias
inútiles. Pero no pude dejar de evocar lo que aconteció en Argentina
durante la Revolución Libertadora de 1955. Reviví la bronca adolescente:
curas convertidos en “comandos civiles”, unidos a la oligarquía y el
imperialismo para despojar al pueblo de sus derechos bajo el lábaro
constantiniano de “Cristo vence” (In hoc signo vinces).
Desde entonces, como diría Jauretche, llevo muchas
“cuadreras corridas” y he aprendido ciertas cosas. Me bastó ver los
noticieros de CNN y Telesur para conocer la calaña de los golpistas y el
fervor de los humildes y desheredados que defienden una esperanza.
Pienso para mis adentros que, con errores y deficiencias, en Honduras
recién estaba comenzando lo que los argentinos afrontamos en la década
del 40: el advenimiento de la justicia social. Desgraciadamente, como en
1955, la jeraquía católica se puso de nuevo codo con codo con la
oligarquía. No es nuevo en Latinoamérica: lo mismo pasa en Bolivia, en
Ecuador, en Venezuela y en la Argentina presente.
El episcopado esconde, tras un lenguaje hipócrita de
falsa pacificación, sus opciones políticas. Abusando de un sociologismo
barato y antievangélico en que se da por sentado que las categorías de
“clientelismo” y “populismo” modelizadas por izquierdas y derechas
neoliberales son verdad revelada, hacen oídos sordos al clamor de los
humildes y se ponen abiertamente del lado de la ola golpista que ha
comenzado a recorrer América. Como en la época de la Independencia, la
Jeraquía Católica hace suya la palabra del dominador y tiembla, con el
miedo de Caín, ante la creciente emancipación de los pueblos.
Volvamos al paradigma que nos ofrece 1955 como
categoría de análisis y grito de alerta. En ese entonces, la jerarquía
católica comenzó a alarmar a la opinión pública
fingiéndose víctima de una persecución más ominosa que la de los
emperadores romanos. Sermones y panfletos violentos de circulación
libre, refutaban esa pretensión de “mártires”. La principal calumnia que
se echaba a volar desde las sacristías era que Perón
pretendía fundar la Iglesia Justicialista Argentina. Cruzados de la
“causa justa”, la oligarquía, las fuerzas armadas y el imperialismo
cerraron la operación de pinzas imponiendo a sangre y fuego la
“ortodoxia” democrática frente a la supuesta “segunda tiranía”.
¿Persecución religiosa, mártires? Perón, como ahora Zelaya, había dado
sobradas pruebas, no de santidad, sino de su vocación cristiana. En un
discurso ante todos los obispos había confesado: “Declaro, pues, mi fe
católica. Quiero señalar que siempre he deseado inspirarme en la
enseñanza de Cristo”. Nuestra religión “es la
religión de los pobres, de los que sienten hambre y sed de justicia, de
los desheredados y sólo por causas que conocen bien los eminentes
Prelados que me honran escuchándome, se ha podido llegar a una
subversión de valores y se ha podido consentir el alejamiento de los
pobres del mundo para que se apoderen del templo los mercaderes y
poderosos y, lo que es peor, para que quieran utilizarlos para sus fines
interesados”.
El padre Pedro Badanelli, en un libro titulado
Perón, la Iglesia y un cura, señala que la persecución
denunciada por la Iglesia se debió al intento de subordinar al poder
civil, convertirse en cabeza de puente de la oligarquía e impedir así el
ejercicio por parte de Perón de sus obligaciones de gobernante. Como
les había aclarado a los obispos, el presidente se ocupó simplemente
de legislar, como él decía, para todos los argentinos “porque nuestra
realidad social es tan indiscutible como nuestra realidad geográfica”.
Lo que la Iglesia menos debe esperar de un
católico es que gobierne para su exclusivo interés. Por eso el
derrocamiento del gobierno popular en 1955, se debió fundamentalmente a
la gran traición del clero. Fue, en última instancia, el
resultado de una “batalla que el capitalismo internacional le ganó al
obrero argentino”. Badanelli postula que el error del clero argentino
fue ponerse de parte del capitalismo. ¿Por qué, se pregunta el cura en
1960, si uno mira el mapa mundial pareciera que todos los que amparan a
los “obreros” son “tiranos”; y todos los que los explotan son
“demócratas”?
La triste vida de los obispos argentinos y
latinoamericanos discurre entre visitas a empresas, casas
aristocráticas, oligarcas de todo pelaje y “doctores”. En una palabra,
inmersos en la “vida social” (cfr. La razón de mi vida)
terminan atrapados en una red de compromisos políticos. Dice Badanelli:
“Es muy frecuente ver a un obispo tomando el “té de las cinco” en casa
de las señoronas”, pero es difícil encontrarlos tomando un mate familiar
y solidario en el rancho de un pobre.
Encarnizados y solapados enemigos de Evita, emprendieron con sistemático encono el ataque a la
Fundación. Se empeñaron al resucitar las viejas fórmulas de dominación:
la Conferencias Vicentinas y los “bonos de pan” de empingorotadas Damas
de Beneficencia. Nadie les restaba mérito a estas “buenas obras”, pero
resulta incomprensible la animosidad de los clérigos hacia la Ayuda
Social y, lo más lamentable, su extensión a la persona de Evita, que
padeció el odio furioso y la calumnia de los curas.
Los obispos, según Badanelli, piensan al
unísono y, cualquiera sea la circunstancia nacional que analicen,
siempre dicen la mismo. Las farragosas cartas pastorales, redactadas
generalmente por uno de ellos, conforme a un esquema acordado y a una
especie de patern cínicamente edulcorado, dicen siempre
lo mismo y eso es “unanimidad de criterio”. Sería interesante realizar
un currículum de un obispo de Argentina y Latinoamérica. Las más de las
veces de cuna humilde, va poco a poco dejándose enredar por los
intereses de los “benefactores”. Los “benefactores”, generalmente
prominentes explotadores de sus trabajadores, son la fuente de su poder.
No hay congregación religiosa que carezca de latifundios o tambos en la
pampa húmeda, yerbatales en Misiones, bodegas en Cuyo, estancias en la
Patagonia. O sea son también “productores rurales” y encuentran natural
bendecir los cortes de ruta de los patrones golpistas de aquí y el
asalto al poder en Honduras. No existe corazón más duro que el de un
cura. En vano clamó el “excomulgado” Perón su actitud
cristiana, en vano reafirma Zelaya su religiosidad y pide comprensión y
una mirada compasiva al Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Madariaga, su
maestro y catequista.
El 7 de marzo 1955, Monseñor Crisanto Luque,
junto a veintidós obispos, publica una pastoral del Episcopado de
Colombia que Badanelli refutó en una Carta Abierta. Como parte del plan
desestabilizador en Argentina, el documento condena la doctrina
justicialista. Sostenían los prelados colombianos que la justicia del
peronismo no era la del evangelio y que el peronismo era peligroso para
los católicos.
Pero eso no fue todo. En un comentario de la
Radio del Vaticano, en ocasión de una fiesta patria posterior al golpe
de 1955, la Iglesia se congratula por el “anhelado retorno a la
normalidad en Argentina” y pide colaborar con los usurpadores. Recuerda
que los “recientemente pasados acontecimientos”, cuyas consecuencias aún
“sufre” el país, “ha mostrado de qué manera el sentimiento católico
está profundamente arraigado en el pueblo argentino”. Propugna que hay
que contribuir al “retorno de la paz segura y verdadera” para que en
“estos momentos históricos de la Nación Argentina, sepa demostrar a la
Iglesia la gratitud que merece” y “sólo los derechos de la Iglesia
únicamente pueden fortalecer” a los espíritus y asegurar un futuro
digno. ¿Qué colaboración pide el Vaticano? ¿Con los vende-patria, los
fusiladores de heroicos militares del pueblo, los
asesinos de los obreros de José León Suárez, los
masacradores de Lanús, Berisso y tantos otros lugares, los más de
quince mil encarcelados?
Esto parece pasado, pero en Honduras y en toda
América Latina, salvo dignas excepciones, la Jerarquía Católica es
propensa a vilipendiar, denunciar y calumniar a sacerdotes y fieles
comprometidos con la “opción por los pobres”. Pareciera que Medellín y
Puebla no hubieran sucedido y su voz sigue resonando en el desierto. Por
eso el cardenal hondureño y sus obispos, pueden decir que el golpe ha
sido “apegado a derecho” y que “cuando fue capturado” la “persona
requerida” “ya no se desempeñaba como presidente”. Lo acusa, además,
como “responsable de los delitos de: CONTRA LA FORMA DE GOBIERNO,
TRAICIÓN A LA PATRIA, ABUSO DE AUTORIDAD Y USURPACIÓN DE FUNCIONES”.
Fuentes:
“Comunicado de la Conferencia Episcopal de Honduras”, Tegucigalpa,
03/07/09; Misiva del Cardenal Oscar Andrés
Rodríguez Madariaga por correo electrónico del 04/07/09; Badanelli,
Pedro, 1960, Perón, la Iglesia y un cura, Buenos Aires,
Editorial Tartessos; Perón, Juan Domingo, 1973, Una
comunidad organizada y otros discursos académicos, Buenos, Ed.
Macacha Güemes; Malaquías II, (espigado entre versículos 1-13 por
Badanelli).
Jorge Torres Roggero,
Córdoba, 9 de Julio de 2009
Fuente: TORRES ROGGERO, Jorge (2009): "MALAQUIAS II (La Iglesia y los populismos
latinoamericanos)" En
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Visto el 15/05/09.